El Greco y la pintura moderna. Museo del Prado (2014)

Museo del Prado, 24 de junio – 5 de octubre de 2014

Comisario: Javier Barón Thaidigsmann, Jefe del Área de Conservación de Pintura del Siglo XIX del Museo Nacional del Prado.

Coorganizada por: AC/E Acción Cultural Española.

Con el patrocinio de: Fundación BBVA.

Edificio Jerónimos. Salas A y B.

El Greco, Laocoonte (c. 1610 - 1614). 137,5 x 172.5 cm. (museodelprado.es)

El Greco, Laocoonte (c. 1610 – 1614). 137,5 x 172.5 cm. National Gallery of Art, Washington (museodelprado.es)

El redescubrimiento del Greco tuvo gran importancia para el desarrollo de la pintura en el último tercio del siglo XIX y a lo largo de buena parte del XX. Tras la fascinación ejercida por Velázquez entre los pintores realistas, el Greco, entonces muy poco conocido, atrajo a los artistas más renovadores, como Manet y Cézanne. También interesó a los pintores españoles, entre ellos Zuloaga, que poseyó La visión de san Juan (Nueva York, Metropolitan Museum of Art), obra decisiva en el nacimiento mismo del cubismo por su influencia sobre Picasso, para quien el Greco fue el maestro antiguo más relevante. Tuvo además un gran peso en la difusión del cubismo, a través del orfismo de Delaunay, y de las obras de Derain, Modigliani, Rivera y la vanguardia checa.

La realización de la primera exposición del artista en el Museo del Prado (1902), la formación de nuevas colecciones que relacionaron su pintura con los artistas modernos, la aparición de los primeros estudios, a cargo de Manuel B. Cossío (1908) y August Mayer (1911), y las apreciaciones críticas vertidas por Julius Meier-Graefe en su Viaje por España (1910) y por Maurice Barrès (1911), favorecieron la difusión de la obra del artista. En Centroeuropa, sus obras, principalmente el Laocoonte (Washington, National Gallery of Art), sirvieron de inspiración a expresionistas como Beckmann, Macke, Kokoschka, Hofer, Steinhardt y Korteweg. También fue importante para los artistas judíos, como Soutine y Chagall, vinculados a París, y para las poéticas surrealistas, como revelan los casos de Masson y Domínguez.

Especial relevancia tuvo en la configuración de la pintura moderna en América, donde sus aspectos más expresivos ejercieron una gran fascinación, tanto en México, como se aprecia en las obras de Orozco, como en Estados Unidos, a través de Benton y Pollock, en los umbrales mismos de la abstracción, a los que también llegó Matta desde el surrealismo. Aún alentaría el impulso transformador del Greco en las figuraciones expresivas de la posguerra europea, según muestran las obras de Giacometti, Bacon y Saura, así como del último Picasso.

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