Las obras de Vermeer preferidas por Hitler y los nazis (I): El Arte de la Pintura

Johannes Vermeer van Delft. El Arte de la Pintura [De Schilderkunst] o La Alegoría de la Pintura. (1666). Kunsthistoriches Museum, Viena. 130×110 cm.

En manos de los nazis durante la II Guerra Mundial. Adquirido por Hitler en 1940 y recuperado por los aliados en 1945.

Vermeer. El arte de la pintura o La Alegoría de la pintura (1666). Kunsthistoriches Museum, Viena.

Vermeer. El Arte de la Pintura o La Alegoría de la Pintura (1666). Kunsthistoriches Museum, Viena.

Durante la II Guerra Mundial, los nazis saquearon las obras de arte de las colecciones privadas judías y de los países ocupados por el ejército alemán, llevando a cabo el mayor expolio artístico de la historia, que provocó la desaparición y el robo de muchas obras expropiadas en toda Europa. Todas estas obras maestras tenían un único destino final, el gran Führermuseum, el museo que Hitler proyectaba construir en la ciudad austríaca de Linz – cerca de su localidad natal, Braunau – siguiendo unos bocetos que él mismo había realizado en su juventud.

Es bien sabido que desde joven Hitler demostró su interés por el arte y su vocación de pintor, aunque resultó ser mediocre y falto de talento. Sin embargo, se matriculó en la Academia de Bellas Artes de Viena junto a Schiele y Kokoschka, pero no consiguió ingresar porque fue rechazado. Wolfgang Fischer, marchante de Viena, explica que Kokoschka solía decir: Imaginen si Hitler hubiera sido aceptado y yo rechazado. Yo hubiera gobernado el mundo de muy distinta forma, y no hubiera hecho todo el daño que hizo por ser un mal pintor (1).

Hitler había escogido Linz como la capital cultural del Tercer Reich, e inclusó dispuso en su testamento que su colección de arte pasara a formar parte del museo de Linz después de su muerte. Su museo sería el más grande del mundo, y albergaría todas las obras que el ejército había expoliado durante la guerra, junto a otras compradas, y las obras alemanas que se encontraban en otros países y que pretendían recuperar, ya que, en su opinión, les habían sido arrebatadas de manera injusta.

El problema era que la futura colección del museo de Hitler tenía una carencia importante de obras holandesas, y especialmente de Vermeer (1632-1675), uno de los grandes maestros del barroco neerlandés. Otro problema añadido es que la producción artística de este pintor no es muy extensa: hoy conservamos unas 35 obras de las 60 que se cree que pintó. Sus cuadros fueron, por tanto, muy codiciados por el mismo Hitler y los oficiales del ejército alemán.

Cómo consiguió Hitler hacerse con El Arte de la Pintura.

La obra, también conocida como El estudio del artista, es la de mayores dimensiones pintada por Vermeer (130x110cm.), y en los planes de Hitler estaba destinada a ocupar el lugar central y más importante de su museo de Linz. Representa una escena cotidiana y nos muestra un pintor pintando a una modelo en su estudio, repleto de objetos suntuosos, junto a una ventana que inunda la escena de luz, y un mapa de los Países Bajos sobre el fondo. En realidad es una alegoría en que la modelo, tocada con laurel azul, con un libro y una trompeta en sus manos, simboliza a Clío, la musa de la Historia.

Vermeer. La Alegoría de la Pintura (1666). Detalle.

Vermeer. La Alegoría de la Pintura (1666). Detalle.

Vermeer exponía esta obra en la puerta de su taller como reclamo para futuros clientes: la conservó hasta su muerte a causa de unas fiebres, en 1675. El pintor la legó a su mujer, Catharina Bolnes, junto a otros cuadros y las numerosas deudas que contrajo. El año siguiente la esposa de Vermeer entregó el cuadro a su madre, María Thins, para que los acreedores y el estado no la obligaran a venderla para saldar las deudas del pintor, como ya sucedió con otras obras.

Sabemos que en 1803 El Arte de la Pintura se encontraba en la colección particular del barón Gottfried van Swieten, hijo de un médico holandés que estuvo al servicio de la emperatriz Maria Teresa. En 1813 el conde Johann Rudolf Czernin la compró al barón Swieten, pero sin saber que era en realidad un Vermeer, ya que hasta entonces estaba atribuida a Peter de Hooch (1629-1684), pintor contemporáneo y también holandés. Fue el crítico Thoré-Bürger quien propuso su verdadera autoría en la Gazettte de Beaux-Arts en 1866 (2). El cuadro se conservó en la colección familiar, hasta que lo heredó uno de sus descendientes, el conde Jaromir Czernin-Morzin.

Desde que la Alemania nazi anexionó Austria al Tercer Reich en 1938, algunos de los altos cargos nazis – entre ellos el jefe de la Luftwaffe,  Hermann Göring – persiguieron esta obra. El conde Jaromir ya había intentado vender el cuadro a un americano, que estaba dispuesto a pagar un millón de dólares pero finalmente, las autoridades austríacas impidieron que la obra saliera del país. Durante la invasión nazi el conde no se encontraba en buena situación, porque su mujer Alix-May era nieta de un banquero judío, y más tarde fue declarada enemiga del Reich y le fue retirado el pasaporte. Además, y por si esto fuera poco, la hermana de Czernin estaba casada con un oponente de Hitler, encarcelado durante la guerra.

Poco después, en 1939, el reichsmarschall Hermann Göring envió a su amigo Philipp Reemtsma a negociar con el conde Czernin y comprar el Vermeer por 1,8 millones de marcos alemanes (720.000 dólares). La intervención de Hitler frustró el intento de Göring, que deseaba adquirir el cuadro para su colección particular. Los nazis austríacos solicitaron autorización del Führer, que impidió la compra, ordenando que la pintura no podía ser trasladada sin su consentimiento.

Ante el intento de Göring de comprar el cuadro, en 1940 Hitler envió a casa del conde al responsable de las obras de arte del museo de Linz, Hans Posse, con el objetivo de adquirirlo definitivamente. La oferta consistía en 1,6 millones de marcos (660.000 dólares): Jaromir Czernin no tenía más remedio que aceptarla sin rechistar porque, como bien le avisó Posse, Hitler acabaría consiguiendo el Vermeer de una manera o de otra.

Una vez en manos alemanas, El Arte de la Pintura se custodió en Múnich y más tarde se trasladó a la mina de sal de Altaussee para protegerlo de los ataques aliados, como otras muchas obras. En 1945 el cuadro fue rescatado por los Monuments Men, y un año después los americanos lo devolvieron al gobierno austríaco porque consideraban que no había sido expoliado, ya que el conde Czernin lo había vendido libremente a Hitler, sin coerciones ni amenazas. De esta manera el cuadro pasó a ser propiedad estatal austríaca desde 1946, cuando entró en la colección del Kunsthistoriches Museum, el Museo de Arte de Viena.

Este parece el fin de la historia, pero la gran obra de Vermeer vuelve a ser protagonista en 2009, cuando los descendientes de los Czernin pidieron la devolución de la obra a su familia, a través del abogado vienés Andreas Theiss. Argumentan que el conde se vio obligado a venderla bajo amenazas, para evitar el campo de concentración y para proteger a su familia. Sin embargo, el Tribunal de Restitución del Ministerio de Educación, Arte y Cultura de Austria concluyó en 2011 que no hubo coerciones en la venta. Las autoridades no negaron que los Czernin sufrieron ataques antisemitas, pero consideraron que este hecho no tuvo relación con la venta de la obra, ya que el conde tomó la decisión de venderla.

(1) Cita de Wolfgang Fischer, en el documental El expolio de Europa, El arte robado por los nazis (2006). National Geographic (0:05:23 min.)

(2) Thoré-Bürger, Théophile (1866). Van der Meer de Delft. Gazette de Beaux-Arts: 542-575. Bibliothèque Nationale de France.

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